El viaje a Cartagena de Indias era uno de esos pensados por mucho tiempo. Y es que el viaje era un pelín largo.
En el aeropuerto, un muestra sucinta de la fauna local:
La "pava hedionda" es mi preferida. Os aseguro que allí no ví ninguna, pero en los otros lugares por los que me muevo, las hay "a espuertas".
Históricamente, parte de la costa del Caribe, ya había sido explorada en 1502, por el sevillano Rodrigo de Bastidas (que había viajado con Colón en su segundo viaje). A partir de sus exploraciones, y después de otros nombres, el cosmógrafo cántabro Juan de la Cosa (que había compartido exploraciones con Rodrigo de Bastidas), acordó con la reina Isabel la Católica, darle el nombre de "Bahía de Cartagena de Indias", a esta bahía caribeña a la que encontró parecido, por lo cerrada, con la de la Cartagena española.
Cartagena de Indias es una ciudad grande, de casi un millón de habitantes, en la que nosostros solo visitamos la parte antigua, o parte amurallada, que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1984.
Primera parte de nuestro periplo por la ciudad, con las paradas más importantes numeradas.
Cartagena de Indias que se independizó de España el 11 de noviembre de 1811, fue, durante la época colonial, uno de los puertos más importantes de América. A él llegaban del este, diversas mercancías, y lamentablemente, esclavos, que eran distribuidos por las colonias. Y de él salían materiales y riquezas del nuevo mundo, que se envíaban a los puertos españoles.
Se dice que cuando Felipe II rey de España (1527-1598) repasaba los costes de la defensa de La Habana y de Cartagena de Indias, mirando hacia poniente con su catalejo, dijo "Por lo que están costando, esas murallas y castillos se deberían poder ver desde aquí".
Esa típica calle tan estrecha
y estratégicamente jorobada,
fue todo un folletín, última brecha
del chambergo, el embozo y la estocada...
Furtiva calle original, como hecha
para don Juan Tenorio... encrucijada
que aún pide una farola cuya mecha
crepite...; Ah colonial farola ahumada;
Pero ya para siempre le han hurtado
sus románticas noches silenciosas,
con la electricidad, la gasolina
y el cemento... Rincón modernizado
donde hoy ninguno encuentra entre otras cosas,
los polvos de la madre Celestina.
(autor Luis C. López)



Lo de "Concurso Nacional de Belleza" no sé qué hace en esta placa.
En la parte antigua de la ciudad, casi cualquier edificio tiene raíces históricas. Se aprecia en sus estrcuturas, sus muros, ventanas y puertas. En el trazado de sus calles y plazas. La ciudad parece un magnífico decorado que te transporta al pasado.
Los materiales de construcción, muchas veces extraídos de las islas próximas (Islas Corales del Rosario) y del fondo del mar, muestran clamente su origen coralino. Todos distintos. Imposible no verlo. Ni dejar de mirarlo.
Primera parada en el propio hotel (1).
El hotel, un edificio del siglo XVI, sirvió como estacionamiento de los coches o carrozas del gobernador de Cartagena.
Los arcos parecen dar entrada a las ubicaciones de las carrozas (hoy habitaciones) dentro del edificio.
Por este motivo la ciudad era objetivo de piratas y corsarios ingleses, franceses y holandeses, por lo que fue reiteradamente amurallada para su defensa a lo largo de la historia.
Esta plaza ha pasado por diversos nombres: "Plaza del Juez" (ya que en una de sus esquinas vivió el juez encargado de dar el visto bueno al juramento del gobernador, Juan de Vadillo, que reemplazó a Pedro de Heredia); "Plaza del Esclavo", ya que en ella se realizó durante un tiempo la venta de los esclavos traídos de África; a finales de siglo XVI, la ubicación de puestos de ventas le dio el nombre de "Plaza de los Mercaderes"; más tarde por ser punto de venta de hierba, "Plaza de la Yerba"; y luego "Plaza de los Coches" pues aquí se aparcaban las carrozas a finales del siglo XIX, nombre con el que finalmente ha quedado.
En el muro color albero que separa la Plaza de los Coches (3) de la siguiente (Plaza del Reloj (4)), está esta placa que recuerda a Blas de Lezo (del que hablaré en próximas entradas) y la lucha con los ingleses durante el asedio de la ciudad en 1741.
Monumento a Pedro de Heredia, fundador de la ciudad, en la Plaza de los Coches.
Detalle de la estatua del fundador de la ciudad Pedro de Heredia, por el escultor Juan de Ávalos.
En el perfil del fundador, el escultor deja constacia de la nariz dañada en la reyerta que empujó a Pedro de Heredia a viajar al Nuevo Mundo.
El escultor Juan de Ávalos, fue autor también, por ejemplo de la escultura del Túmulo de los amantes de Teruel, en Teruel, o del conjunto escultórico del Valle de los Caídos en Madrid (a cuya inauguración no fue invitado).
Emplazo a la lectura de la biografía y obra de este prolífico artista en la página de su fundación.
Vista desde una azotea de la Plaza de la Aduana (2), con algunos adornos pre-navideños. Los rascacielos del fondo a la derecha pertenecerían a la parte más moderna de Cartagena (Bocagrande).
De frente, el edificio blanco y con arcos, de la actual alcaldía de Cartagena de Indias, antiguo edificio de la Aduana, en cuyo solar vivó también el fundador de la ciudad Pedro de Heredia.
Vista de las torres y cúpula de la Iglesia de San Pedro Claver (ver próxima entrada) desde la azotea de la Paza de la Aduana (2).
Vista de las torres y cúpula de la Iglesia de San Pedro Claver (ver próxima entrada) desde la azotea de la Paza de la Aduana (2).
Estatua de mármol de Cristobal Colón, con mención a "La Heroica" ciudad de Cartagena, ubicada en la Plaza de la Aduana (2), desde el 12 de octubre de 1894.
Vista desde la azotea, de la calle 32 o calle de la Amargura (curiosamente, las calles de Cartagena aparecen numeradas en los mapas, pero sus nombres antiguos aparecen en cerámicas en los muros de las casas que forman las esquinas). Parece que el nombre de esta calle, de la Amargura, data de un episodio relacionado con la Inquisición o Santo Oficio, con un "Acto de Fe" en 1626.
Otra imagen, a pie de la Plaza de la Aduana (2) al atardecer.
Otra imagen, a pie de la Plaza de la Aduana (2) al atardecer.
Coloridos edificios coloniales de camino a la Plaza de los Coches (3). Forman el "Portal de los Dulces", el lugar donde (supuestamente), entre los aromas
de almendras, guayaba y confituras de coco, Florentino Ariza declara su
amor a Fermina Daza, en la novela de Gabriel García Márquez, "El amor en los tiempos del cólera".
En el muro color albero que separa la Plaza de los Coches (3) de la siguiente (Plaza del Reloj (4)), está esta placa que recuerda a Blas de Lezo (del que hablaré en próximas entradas) y la lucha con los ingleses durante el asedio de la ciudad en 1741.
Detalle de la estatua del fundador de la ciudad Pedro de Heredia, por el escultor Juan de Ávalos.
En el perfil del fundador, el escultor deja constacia de la nariz dañada en la reyerta que empujó a Pedro de Heredia a viajar al Nuevo Mundo.
El escultor Juan de Ávalos, fue autor también, por ejemplo de la escultura del Túmulo de los amantes de Teruel, en Teruel, o del conjunto escultórico del Valle de los Caídos en Madrid (a cuya inauguración no fue invitado).
Emplazo a la lectura de la biografía y obra de este prolífico artista en la página de su fundación.
Impresionante fotografía del escultor Juan de Ávalos junto a su escultura de Pedro de Heredia.
Por gentileza y con permiso de la Fundación Juan de Ávalos: http://www.fundacionjuandeavalos.es/img/biografia/PedrodeHeredia_1961.jpg
El monumento a Pedro de Heredia, el muro de color albero que soporta la Torre del Reloj, que separa la Plaza de los Coches (3), de la Plaza del Reloj (4). La Puerta del Reloj, con sus tres arcos, sería históricamente la puerta principal de entrada a la ciudad fortificada. La Puerta del Reloj, es llamada también por los lugareños, "Boca del Puente", pues era el acceso a un puente levadizo (y articulado, así servía para la defensa de la ciudad), hoy desaparecido, que unía la ciudad fortificada con el barrio de Getsemaní.
Torre del Reloj o Boca del Puente en su vista hacia el este, desde la Plaza del Reloj (4), en la que se aprecian los sillares de la muralla.
En la misma Plaza del Reloj (4), un poco más adelante, el monumento a Cervantes. En él se cuenta como Cervantes intentó venir a trabajar como contador a estas tierras, pero se le negó el permiso:
El monumento a Pedro de Heredia, el muro de color albero que soporta la Torre del Reloj, que separa la Plaza de los Coches (3), de la Plaza del Reloj (4). La Puerta del Reloj, con sus tres arcos, sería históricamente la puerta principal de entrada a la ciudad fortificada. La Puerta del Reloj, es llamada también por los lugareños, "Boca del Puente", pues era el acceso a un puente levadizo (y articulado, así servía para la defensa de la ciudad), hoy desaparecido, que unía la ciudad fortificada con el barrio de Getsemaní.
Torre del Reloj o Boca del Puente en su vista hacia el este, desde la Plaza del Reloj (4), en la que se aprecian los sillares de la muralla.
En la misma Plaza del Reloj (4), un poco más adelante, el monumento a Cervantes. En él se cuenta como Cervantes intentó venir a trabajar como contador a estas tierras, pero se le negó el permiso:
Se dice que cuando Felipe II rey de España (1527-1598) repasaba los costes de la defensa de La Habana y de Cartagena de Indias, mirando hacia poniente con su catalejo, dijo "Por lo que están costando, esas murallas y castillos se deberían poder ver desde aquí".
Claustro de la Iglesia de San Francisco (5), en el barrio de Getsemaní, antaño separado de la Cartagena de Indias amurallada (por un canal de agua hoy cubierto por tierra).
El primer convento (1555) fue arrasado por piratas franceses en 1559 y abandonado por los monjes. Fue refundado en 1560 y sede de los primeros inquisidores en la ciudad, en 1610. Posteriormente, ha sido de todo, incluso posible demolición en varias ocasiones: casa de beneficencia, teatro, centro de convenciones, y actualmente sede de una corporación universitaria.
El primer convento (1555) fue arrasado por piratas franceses en 1559 y abandonado por los monjes. Fue refundado en 1560 y sede de los primeros inquisidores en la ciudad, en 1610. Posteriormente, ha sido de todo, incluso posible demolición en varias ocasiones: casa de beneficencia, teatro, centro de convenciones, y actualmente sede de una corporación universitaria.
Vistas de la parte antigua de Cartagena de Indias (desde el punto 6 del mapa), como un recuerdo de Venecia. Se ven el Muelle de la Bodeguita, el Museo Naval y la Iglesia de San Pedro Claver (ver próxima entrada) con sus torres de sillares y la cúpula amarilla y blanca.
Muy recomendables las vistas desde este lugar (6).
De vuelta a la ciudad amurallada por el Muelle de los Pegasos (7).
Como otros territorios gestionados por España, Cartagena de Indias culminó su proceso de independencia en 1811. Entre otros muchos problemas, la sociedad cartagenera estaba harta de no poder participar directamente en los asuntos que la atañían, ya que por ley, los gestores de la ciudad y sus territorios debían ser "nacidos en España", es decir, los venidos de fuera, que desconocían la idiosincrasia y los problemas de este terrirorio. Los oriundos de la ciudad, considerados ya criollos, estaban vetados en las tareas de gobierno, lo cual a día de hoy se entiende tan poco, como mucho se entiende su indignación y ganas de revelarse.
En una esquina de la calle Colegio, con la calle del Candilejo (8).
En la que una de las cerámicas de la calle dice:
Esa típica calle tan estrecha
y estratégicamente jorobada,
fue todo un folletín, última brecha
del chambergo, el embozo y la estocada...
Furtiva calle original, como hecha
para don Juan Tenorio... encrucijada
que aún pide una farola cuya mecha
crepite...; Ah colonial farola ahumada;
Pero ya para siempre le han hurtado
sus románticas noches silenciosas,
con la electricidad, la gasolina
y el cemento... Rincón modernizado
donde hoy ninguno encuentra entre otras cosas,
los polvos de la madre Celestina.
(autor Luis C. López)
El problema es que independizada la ciudad, dejó (con su independencia) de ser uno de los puertos más transitados del mundo, por lo que se ve abocada a la decadencia. Dicha decadencia se vio agudizada después del asedio naval y terrestre al que fue sometida la ciudad, durante meses, en un intento de reconquistarla para la corona española por el general Pablo Morillo. La feroz resistencia que ofrecieron sus habitantes (que sufrieron penurias, hambre y epidemias) hizo que se le diera el título de "Ciudad Heroica". La ciudad, bastante destruida, paso a formar otra vez parte de la corona española, hasta 1821, cuando fue definitivamente liberada y, en la lucha, destruida hasta prácticamente convertirse en una ciudad fantasma, cuyos edificios en ruinas fueron ocupados por unos 500 esclavos liberados.
En la plaza de Bolivar (9), la estatua de Bolivar y la Casa de la Inquisición, hoy Museo Histórico de Cartagena.
Decorando la plaza de Bolivar (9), pieza de artillería en hierro del siglo XVIII. Hallada en los alrededores del castillo de Bocachica.
Casa
de la Inquisición que se acabó de construir en 1770 y es considerado el
mayor tesoro arquitectónico de Cartagena. Se dice que el edificio recuerda a
las fachadas y portadas de iglesias y palacios de Jerez de la Frontera, del Puerto de Santa María, de Cádiz y San Fernando. El Santo Oficio
permaneció en Cartagena hasta 1811. Llamado "Tribunal de Penas
del Santo Oficio" tuvo en este edificio su sede principal, en la que se
juzgaban delitos contra la fe religiosa, y nunca reconoció inocentes.
Fotografía
de la Casa de la Inquisición, hoy Museo Histórico de Caratagena de Indias, tomada desde el llamado Portal de los Escribanos.
Fachada
de la Casa de la Inquisición, frente a la plaza de Bolivar (9).
En el lateral sur del edificio de la Casa de la Inquisición, la insidiosa "ventana de la denuncia".
Lo de "Concurso Nacional de Belleza" no sé qué hace en esta placa.
con los aromas de
almendras, guayaba y confituras de coco, Florentino Ariza declara su
amor a Fermina Daza, en ‘El amor en los tiempos del cólera’, una novela
de Gabriel García Márquez.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/tendencias/cultura/vericuetos-garcia-marquez-cartagena.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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con los aromas de
almendras, guayaba y confituras de coco, Florentino Ariza declara su
amor a Fermina Daza, en ‘El amor en los tiempos del cólera’, una novela
de Gabriel García Márquez
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con los aromas de
almendras, guayaba y confituras de coco, Florentino Ariza declara su
amor a Fermina Daza, en ‘El amor en los tiempos del cólera’, una novela
de Gabriel García Márquez
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En la calle de la Inquisición, "las palenqueras", mujeres de color descendientes de los esclavos de África traídos a estas tierras, portan en palanganas, sobre sus cabezas, frutas tropicales y visten coloridos vestidos. Habitualmente viven en San Basilio de Palenque, un pueblo fundado por esclavos, llamado "el rincón de África en Colombia". Hablan el idioma "bantú", una mezcla de español, francés, portugués y varios idiomas africanos. Son un icono de la ciudad de Cartagena.
A partir de 1880, la ciudad empieza a recuperarse, así como su población gracias a la emigración de españoles, italianos, alemanes, sirios, palestinos, libaneses y chinos.
En la parte antigua de la ciudad, casi cualquier edificio tiene raíces históricas. Se aprecia en sus estrcuturas, sus muros, ventanas y puertas. En el trazado de sus calles y plazas. La ciudad parece un magnífico decorado que te transporta al pasado.
En el baluarte de San Francisco Javier (11), puede verse el edificio blanco con ventanas rojas, actual Museo Naval (antigua Casa de los Jesuitas de Cartagena, sede de la Compañía de Jesús en 1630, en la que murió San Pedro Claver, redentor de los esclavos, el 8 de septiembre de 1654) y la cúpula amarilla de la Iglesia de San Pedro Claver.
Los materiales de construcción, muchas veces extraídos de las islas próximas (Islas Corales del Rosario) y del fondo del mar, muestran clamente su origen coralino. Todos distintos. Imposible no verlo. Ni dejar de mirarlo.
Muestra de los corales petrificados que forman las estructuras de Cartagena de Indias, en este caso en el suelo.
El calor y la humedad hacen por momentos pensar en como pudo alguién pensar que este lugar era adecuado para un asentamiento humano. Imagino que primó su situación geográfica. Con mucha calma, con paseos pacientes y paradas constantes (y también dependiendo de la época del año), la ciudad puede ser disfrutada. Como medida del asunto diré que el calor y la humedad es tal, que los cristales de las gafas o lentes, se empañan al salir a la calle.
Estatua de la India Catalina en el paseo del Baluarte de San Francisco Javier (11). Como un mito repetido por diferentes mitologías, la historia real de las habitantes nativas del nuevo mundo que facilitaron la llegada de los europeos (con su dominio de los idiomas y el conocimiento de las gentes y sus lugares de origen), consideradas a la vez heroínas y traidoras, se repite en este personaje, como ocurrió con Malinche en México y con Pocahontas en Norte América. Parece que la India Catalina era descendiente de importantes caciques del pueblo caribe, pero fue raptada de pequeña por el español Diego Nicuesa. Así, fue criada en la religión y costumbres de los llegados de europa, siendo luego interprete, traductora y mediadora, a la llegada del madrileño Pedro de Heredia, el fundador de Caratagena de Indias.