Esa mañana visitamos la isla más joven del archipiélago de Galápagos: Isla Fernandina. Es la más occidental de las islas de mayor superfice (es decir se ha formado más recientemente sobre la placa tectónica que se deslaza hacia el este). Nombrada así por el rey Fernando el Católico, es una de las menos afectadas por el ser humano: no tiene, ni ha tenido población humana alguna y no se han introducido mamíferos foráneos en ella.
Parada en Punta Espinosa (9) en Isla Fernandina.
En la isla hay un único volcán activo de 1494 metros de altura, el volcán la Cumbre, que se divisa desde cualquier parte de la isla y de cuyas violentas erupciones hay repetidos y constantes registros, desde 1825 hasta el 2018 (incluso de unos pocos días después de que pasáramos por allí en agosto de 2017).
El único lugar en el que están permitidas las visitas es Punta Espinosa, un saliente de lava y arena, elevado por algún movimiento tectónico, por lo que solo se puede acceder a él con marea alta. El amanecer nos deleitó con esta imagen de la isla:
Para completar la estampa, durante la aproximación a tierra en lancha, una ballena y su cría se dieron una vuelta por allí:
En esta foto pueden apreciarse los lomos de la ballena madre y de la cría:
Otras especies aprovechaban ya la luz del sol para sus quehaceres mañaneros:
La primera zona que se atraviesa al desembarcar es una especie de pequeño manglar:
A veces, la lava, arrugada como tejido, parece aún blanda:
Sorprendentemente, la vegetación aparece siempre, donde sea y como sea:
Un esqueleto de ballena destaca por su blancura en el negro de la lava:
De nuevo, la lava reciente, formando arrugas, coladas de tipo pahoehoe (término hawaiano que significa "suave"), que parecen cuerdas, tripas, tejidos arrugados:
Y como siempre la vida se abre paso como puede, por ejemplo en forma de cactus de lava (Brachycereus nesioticus):
Este tipo de cactus crece en grupos. Comienzan siendo amarillos y oscureciéndose, del marrón al gris, al envejecer. Producen unas flores blancas que se abren de madrugada y se marchitan a la salida del sol.
En esta explanada de lava había que ir saltando grietas bastante profundas en las que la capa de lava se había fracturado:
Un buen conjunto de cactus de lava decidió que este era un buen sitio para vivir:
Esta parte de la isla Fernandina se caracteriza por la abundancia de iguanas marinas que habitan y ponen sus huevos en la arena de Punta Espinosa (por lo que es importante pisar solo por los lugares indicados):
Esta era una pequeña y preciosa playa por la que pasamos en el recorrido:
Donde una hembra de lobo marino se lamentaba (sus sonidos y movimientos eran elocuentes) por su cría nacida muerta ese mismo día. Aún estaría allí, acompañándola, muchas más horas.
Cerca otros lobos marinos de distintas edades amamantaban de sus madres:
Un poco más adelante llegamos a la colonia de iguanas marinas. Es una zona de roca negra que se calienta con el sol, en el que las iguanas se tumban a recuperar el calor perdido durante sus incursiones en el mar (que no es nada cálido), para comer algas:
Hay tantas que parecen rocas ellas mismas. Pero se mueven despacio, de vez en cuando, yendo y regresando del agua, lo que da lugar a una sensación muy extraña:
Estos bichejos, se dejan caer de cualquier manera, unos sobre otros:
Y por todas partes, puedes encontrar rastro de su paso: esqueletos completos, huesecitos y restos de piel (aunque parece que no tienen depredadores por lo salada que es su carne):
También pueden verse, incluso subidas a los lomos de las iguanas marinas, desvergonzadas lagartijas de lava:
Donde se quiera mirar, hay animalitos conviviendo (pelícanos, cangrejos, iguanas):
Y restos de troncos, no sé si traídos por las mareas, pues en la isla no hay grandes árboles (salvo los de los manglares de la costa):
Algunas de las grietas o fracturas (bastante altas) que se crean en las placas de lava (puede verse un huesecito de iguana marina sobre la roca):
Más adelante en el recorrido, se crean unas piscinas de agua de mar donde las crías de leones marinos nadan fuera de peligro. En una foto fija, se confunden con las rocas, pero están ahí, juguetones:
Es importante no tocarlas de ninguna forma, para que no adquieran olores humanos que les hagan ser rechazadas por sus congeneres. Pero son muy curiosas, los cordones de las zapatillas les llaman tremendamente la atención:
Y así nos fuimos despidiendo de esta isla, desde mi punto de vista una de las más bonitas del archipiélago.
Tan prístina, que recientemente (2019), se ha descubierto que aún seguía viviendo en ella, al menos un ejemplar de una de las especies de tortugas terrestres gigantes de las islas, que se creía extinta desde 1906: la tortuga gigante de Fernandina (Chelonoidis phantasticus).
¿Habrá vivido este ejemplar solo en la isla durante más de cien años? ¿Tendrá congéneres viviendo en otros lugares tan poco explorados en esta isla?
Y
así nos despedimos de la parte emergida de la isla, porque desde aquí
nos iríamos a hacer en sus aguas,
el snorkel más emocionante del viaje.
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