miércoles, 10 de junio de 2020

Viaje a Arequipa (Perú) II: Iglesia de la Compañía y Mercado de San Camilo (2/12/2017)

La congregación religiosa de la Compañía de Jesús de San Ignacio de Loyola, recibió la aprobación papal para su fundación en Roma, en septiembre de 1540, es decir, solo un mes después de que fuera fundada la ciudad de Arequipa (ver entrada anterior). En 1568 se desplazaron a América, siendo Perú el primer lugar en el que se establecieron.


El templo construido por los jesuitas en la ciudad peruana, es uno de los más hermosos de la ciudad. Está ubicado en la esquina sureste de la Plaza de Armas, y actualmente, consta de la iglesia y tres claustros de distinto tamaño.


Es posiblemente uno de los mejores ejemplos de arquitectura barroca andina o mestiza. Lo es, por su portada principal profusamente labrada con detalles vegetales, de hojas y flores en esta piedra pálida que toda la ciudad vieja luce al sol. 




Como toda Arequipa, la historia de este templo es una sucesión de construcciones, y sísmicas destrucciones, más o menos severas. Parece que su edificación iniciada en 1572, se vino abajo por el terremoto de 1582. Se retomó la construcción con los mismos planos, en 1590, y luego, en 1650, concluyéndose en 1667. De nuevo, fue afectado por el terremoto de 1687, hasta finalmente ser terminado en 1698, como reza esculpido en su portada principal. 

La torre se vio destruida en los terremotos de 1868 y de 1960.

Estado en el que quedó la plaza y la Iglesia de la Compañía tras el terremoto de 1868. Curioso obervar que la portada quedó bastante entera, siendo la torre la más afectada. También que los arcos del lado sur de la plaza parece que, en aquel momento, se unían a fachada principal de la iglesia.

La portada principal está decorada en tres niveles. En el primero se halla la puerta principal de madera de cedro decorada con clavos y rodeada de otros dos cuerpos delimitados por columnas dobles (con una curiosa decoración tallada en zigzag en su base). 


 

En el segundo nivel hay una hornacina decorada por una concha, bajo la que, en tiempos, debió haber una cruz de madera. A los lados de esta hornacina están los anagramas de Jesús y María, sobre águilas bicéfalas (símbolo de la dinastía de los Austria, reinante en ese momento en España). En el nivel superior hay otra pequeña hornacina con un escultura de San Miguel Arcángel, en la misma misma piedra sillar procedente del volcán Misti.


La decoración horror vacui de esta portada, se destaca sobre un fondo de piedra completamente lisa. En la parte labrada en esta piedra porosa y blanda, se pueden ver hojas, flores, granadas, racimos de uvas, querubines, conchas compostelanas y aves, mezclados con algunas máscaras y animales propios de la mitología originaria de estas tierras, así como frutos y flores locales como mazorcas de maíz y flores cantutas (flor nacional de Perú).

Cantuta, la flor nacional de Perú. 



A la izquierda de la puerta principal, en un muro perpendicular, hay una pequeña puerta que, en tiempos, era el acceso a los claustros del colegio jesuita (que funcionó hasta 1767). En el muro en el que está la puerta, aún se distinguien inscripciones a modo de grafiti, con los nombres de estudiantes graduados, que recuerdan a los de la española Universidad de Salamanca.



En la puerta secundaria o lateral del templo, la decoración es también muy curiosa. Menos minimalista que la de la puerta principal, pues se centra en una enorme figura de Santiago Apostol, a quien está dedicado el templo. En su papel de matamoros, a caballo y espadazo limpio, sobre una gran concha del peregrino. A los lados del pedestal que sujeta al santo, la espada, al caballo, a los moros, y a la media luna, hay un par de sirenas con alas de ángeles.



El problema de ambas portadas, principal y lateral, es el escaso espacio que hay para obtener la perspectiva suficiente para forografiarlas. La acera de enfrente de las calles a las que dan, no es suficiente. Pararse a observar los detalles minuciosos de ambas puertas, la mezcla de símbolos, el mestizaje que aporta el que los ha interpretado y plasmado, es un deleite.


En el interior, un templo de tres naves con retablos barrocos completamente cubiertos de pan de oro. 


En la nave izquierda, una "Última Cena" del pintor Diego de la Puente (1575-1583), en la que, como en otras "últimas cenas peruanas" (ver entrada sobre la catedral de Cuzco), el cordero ha sido sustituido por un cuy (el roedor doméstico comestible andino).


Pero donde merece absolutamente la pena entrar, es en la Capilla de San Ignacio de Loyola, o lo que es lo mismo, en la antigua sacristía del templo. Es una sala de planta cuadrada con techo en cúpula y linterna, pintada en vivísimos colores de abajo a arriba. 


La cúpula acabada en linterna que proporciona una bonita luz, se asienta sobre las cuatro esquinas de la sala en las que están representados los cuatro evangelistas.

Con razón la llaman "la capilla sixtina de Arequipa". Impresiona entrar, la visión de su decoración eminentemente vegetal, en tonos amarillos, verdes, rojos, azules,... entre las hojas de plantas exóticas, se encuentran frutas y aves, también extrañas, de cuya existencia daban cuenta los monjes que predicaban en todas las tierras de Perú, incluidas las zonas de selva, y de las que les llegarían descripciones. O intentaban ser una muestra de lo que se iban a encontrar los monjes que fueran a predicar a las zonas selváticas más remotas, e hicieran parada previa en Arequipa. 



Está prohibido hacer fotografías en la sala. Afortunadamente, Google Maps permite un paseo virtual por la misma, con la que se pueden realizar algunas capturas que no hacen mérito a la impresión real que produce la visión abrumadora de tan abigarrado conjunto pictórico.

Hay algunos espejos en la sala para que puedan observarse las pinturas de la cúpula con mas comodidad.


Podría uno pasarse horas descubriendo detalles en tal profusión de imágenes y vivos colores.




En la antesala de la capilla de San Ignacio, nos encontramos con este curioso cuadro sobre la boda y linaje del vasco Martín García Óñez de Loyola, gobernador del Reino de Chile entre 1592 y 1598:


Representa los esponsales de Martín García Óñez de Loyola (1549-1598), coetáneo y sobrino-nieto del propio San Ignacio de Loyola, con la princesa inca Beatriz Clara Coya (1536-1600). Y es curioso, porque la esposa era sobrina del último rey inca Tupac Amaru I, en cuyo derrocamiento y muerte, Martín García Óñez de Loyola había participado activamente. Seguramente fue uno de esos esponsales forzados y estratégicos, con los que se pretendía unir a la alta sociedad de los recién llegados, con la alta sociedad de los que ya estaban entonces. Y el cuadro servía para propagarlo y mostrarlo por doquier (parece que hay varías copias y versiones de esta unión) para ganar la aceptación y docilidad de todo el que lo viera con la disolución de las estirpes o el mestizaje (ya todos, somos los mismos). Por ejemplo, esta es otra versión de la misma historia:



Para los jesuitas y sus proyectos futuros, este matrimonio era especialmente relevante: la única hija del matrimonio entre Martín García Óñez de Loyola (en primer término del cuadro con un hacha en la mano, símbolo inca) y Beatriz Clara Coya (de su otra mano), fue Ana María Lorenza García Sayri Túpac de Loyola (a la derecha en primer término), que a su vez, llevada a España a la muerte de su madre, casó con Juan Enríquez de Borja (en el cuadro, el segundo por la derecha en primer término), hijo de la V marquesa de Alcañices y nieto de otro conocido jesuita, San Francisco de Borja (cuya ascendencia tiene mucha tela). De esta manera, con este mestizaje, los jesuitas legitimaban su estancia en estas tierras.

Los santos Ignacio de Loyola y Francisco de Borja, aparecen en el cuadro junto a las dos generaciones, como avales del matrimonio. En segundo plano a la izquierda aparecen los incas (Sayri Túpac, el padre de la novia, y Tupac Amaru I, bajo la sombrilla real, el tío de la novia, y la ñusta Cusi Huarcay madre de la novia). Ataviados con sus ropas y símbolos, con su presencia, da también su aquiescencia a esa unión. A la derecha, se representa el matrimonio de la siguiente generación, la hija del matrimonio, Ana María (señora del Valle de Yucay y primera marquesa de Santiago de Oropesa), con el Borja, en Madrid. Y en el centro de la pintura, como culmen del mestizaje, el símbolo solar inca, con el símbolo "IHS", eminentemente jesuita, de Jesucristo.

Fuente Wikipedia: De Moranski - Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5596804
Diseño emblema de los jesuitas, atribuido a San Ignacio de Loyola
Curioso, puesto que ese sol con 32 rayos (16 rectos y 16 flamígeros), es también la representación del "sol de mayo argentino", tomado a su vez de la representación del dios solar inca, llamado inti.

Como todo en estas tierras se enlaza y conecta, ya me había encontrado con el sobrino del santo, Martín García Óñez de Loyola, en el Museo Histórico Nacional en Santiago de Chile:


En texto del cuadro: "Martín García Óñez de Loyola. Sobrino de San Ignacio y casi su contemporanéo. Era un capitán temerario y su muerte a manos de los bárbaros, como la de Valdivia, fue la señal del gran alzamiento que redujo a cenizas 'las siete ciudades'. Gobernó desde 1592 a 1598".

Fue caballero de la Orden de Calatrava y capitán de la guardia de Francisco Álvarez de Toledo (ver entrada sobre Sarmiento de Gamboa), con el que viajó a Perú en 1568 y llegó, en 1592, a ser gobernador del reino de Chile, pues Felipe II lo consideró el más apto para dar fin a la Guerra del Arauco (esa que se enquistó y llevó a este territorio a ser conocido como el "Flandes indiano"). Pero sus efectivos para acometer tamaña empresa eran escasos, unos 200 hombres contra los guerreros más resistentes que los españoles encontraron en el Nuevo Mundo: los mapuches. Y desde el resto del virreinato del Perú, muy pocos querían unirse a esa guerra desgastante e interminable. Martín García Óñez de Loyola murió en 1598 en un ataque mapuche al campamento español, en la que es hoy la entrada al actual pueblo de Lumaco, en la batalla de Curalaba. Su cráneo fue, como el de Pedro de Valdivia, trofeo (y menaje) de los araucanos.

De los claustros del templo que pueden visitarse libremente, incluso accediendo desde a calle (no necesariamente a través de la Iglesia), el más grande es el más destacable, pues la decoración labrada de su único nivel de columnas es realmente bello. Son magníficas las perspectivas de los corredores del claustro donde se ubican tiendas, pequeños cafés, y afiches sobre la historia del templo y sus restauraciones. 




























Si se accede al tejado del claustro se obtienen bonitas vistas de los volcanes de Arequipa.

Desde el tejado del claustro mayor de la Iglesia de la Compañía, pueden verse las torres de la Catedral de Arequipa y los volcanes Chachani y Misti.



Complicada carta para un foráneo (veáse una similar en Lima)

El segundo claustro carece de decoración en las columnas:



Y en el tercero, el más pequeño, hay fuente, sombra y una gran cántara:




Cántara fechada en 1853.

Después de una visita tan cultureta, nos fuimos a conocer el mercado de San Camilo (inaugurado en 1938), situado en pleno casco histórico:


Es un gran mercado que ocupa toda una manzana y en el que se vende de todo, desde alimentos: carnes, pescados, frutas, verduras, hasta sombreros y tejidos:





Con más de 3000 variedades de patatas o papas, Perú es el país de la papa por excelencia. Curiosamente hay un cartel etiquetando un tipo de papa como "Salamanca".

De ajos y ajíes (guindillas o pimientos picantes), tampoco están mal servidos.

Vista del mercado desde los corredores a segunda altura.

Zona de pescados.

Las secciones están perfectamente identificadas.

En los corredores de la segunda planta se venden animales vivos. Por ejemplo, el cuy, ese roedor doméstico andino que hace las delicias de los peruanos.

O conejitos.

Por la noche, visita al restaurante Zig Zag. Restaurante suizo-andino (regentado por un suizo):

 
Con carne de alpaca sobre pizarra y babero incluido:


Se dice que el ingeniero francés Gustave Eiffel realizó el diseño de la escalera de caracol que se halla en este restaurante:


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