lunes, 9 de abril de 2018

Paseos por Lima: Convento de San Francisco (4/08/2016)

Como para viajar al Titicaca peruano, hay que pasar por Lima, decidí aprovechar la ocasión para ver un par de edificios de la ciudad que siempre me habían quedado pendientes. Uno de ellos era el Convento de San Francisco situado muy cerca de la Plaza Mayor o Plaza de Armas:


La actual Basílica y Convento de San Francisco, también llamado San Francisco el Grande o San Francisco de Jesús, se empezó a construir en 1657 sobre los restos de antiguos templos franciscanos destruidos casi siempre por terremotos, como el sismo de 1655.


Plano del Complejo de San Francisco, que se terminó de construir en 1672 (con interior de estilo morisco) por los arquitectos o alarifes Constantino de Vasconcellos (portugués) y Manuel Escobar (limeño).
Fuente: http://elcomercio.pe/especiales/basilica-san-francisco/

El papa Juan XXIII la declaró basílica menor en 1963, y de ella dijo Ramón Menéndez Pidal: "Es el monumento más grande y más noble que erigiera en éstas tierras de prodigio la conquista".


Cuando se llega a
San Francisco de Lima, llama la atención el color amarillo y blanco de los muros (que según denuncian algunas webs ocultan restos de pintura primitiva), además de lo que llaman almohadillado en las torres de la Basílica.

Basílica y Convento de San Francisco en Lima
Fachada de la basílica con sus dos torres y su portada-retablo en madera, en la que se puede ver el escudo papal. 
A la izquierda está la entrada al convento donde quedan restos de antigua pintura sobre la nueva capa amarilla.

Detalles de la fachada (como el origen de su escudo papal).

Lamentablemente las fotos en el interior están prohibidas, por lo que todas están obtenidas de la web. Una pena, porque hay lugares y objetos francamente curiosos. Otro tema es que las visitas no son libres, sino siempre guiadas (horarios y precios en la web oficial), lo que hace que los tiempos en cada estancia estén limitados, y que la visita quede en la cabeza como fugaz y bastante superflua. 
Circuito de visitas en el primer piso (fuente: http://museocatacumbas.com)

Una vez traspasado el umbral de la puerta que da paso a las visitas guiadas al convento (situada a la izquierda del conjunto), se llega a la anteportería, portería y vestíbulo, donde impacta ver el zócalo cubierto de azulejos sevillanos que te hacen pensar estar en España. La cobertura de azulejos continúa en el claustro y llama la atención que muchos de ellos no están correctamente colocados.


Sobre los azulejos hay algunas historias como que el donante de parte de los mismos fue un acaudalado comerciante de origen español llamado Juan Jiménez Menacho, en 1643. Otra donante de azulejos fue la ¿ahijada? de Francisco Pizarro, Catalina Huanca, que pidió a España millares de azulejos o "ladrillos vidirados" para donarlos a la orden franciscana. Pero olvidó traer también a obrero(s) que supiese(n) como colocarlos, y diera(n) orden al rompecabezas que suponían, por lo que pasaron años almacenados. Esta puede ser la explicación de que muchos se encuentren invertidos, o desordenados (también pudo deberse al extravío o rotura de las piezas en tan largo viaje). La solución se encontró en la confesión de un reo el día en que iba a ser ahorcado. En dicha confesión, Alfonso Godínez conversó con el confesor tener conociminetos de albañilería, que le llevaron a a ser indultado, con obigación de tomar los hábitos, de no salir del convento, y de dedicar el resto de su vida a dar orden y colocar esas miles de piezas vidriadas.



En el Claustro, de dos alturas (en la superior se ubicarían las celdas de los monjes), con techos mudéjares en madera de cedro, paredes están cubiertas de 39 lienzos de 1671 narrando la vida de San Francisco de Asís. Debajo de ellos se descubrieron, en 1974, pinturas murales de estilo manierista italiano del primer tercio del siglo XVII.


En este momento de la visita, se accede al segundo piso por escalera principal, en la que destaca una gran cúpula mudéjar, cuya última reconstrucción data de 1970 (después de haber sufrido daños y hundimientos en diversos terremotos de 1687, 1690, 1940):

Cúpula mudejar reconstruida en la escalera principal. 
Fuente: www.archi.pe
Fotógrafo: Daniel Giannoni
(detalles sobre la reconstrucción de la cúpula en http://www.albanecar.es/la-cupula-de-san-francisco-de-lima/)

Plano de la visita en el segundo piso.

Desde la escalera, se visita la Biblioteca, que con unos 25.000 ejemplares, alberga incunables, crónicas franciscanas de los siglos XV al XVIII, un Atlas o Teatro de todo el mundo, de mediados del siglo XVII, algunos tomos del primer Diccionario editado por la Real Academia de la Lengua Española, la célebre Biblia Regia editada en Amberes entre 1571–1572 más de 6,000 pergaminos, y numerosas obras de jesuitas, agustinos, benedictinos y carmelitas.
 
Ubicación de la cúpula mudéjar y la Biblioteca.

También en la segunda planta, está el Coro, con sillería en madera de cedro de Panamá para 130 asientos de los monjes.
 

Ya de regreso al primer piso, se visita la Sala Capitular, donde los monjes se reunían a tomar decisiones relativas a la comunidad, y que es donde el clero regular de Perú firmó el Acta de Independencia del Reino de España en 1821.

Impresiona la Sala de Profundis (donde los monjes entonaban este salmo antes de pasar al refectorio en las comidas): se exhibe en ella una colección de once magníficos lienzos (de unos tres metros de altura) sobre la Pasión de Cristo, de la escuela de Pedro Pablo Rubens:


En esta sala también hay un balcón tallado en madera del siglo XVIII, llamado Balcón de Pizarro porque estuvo ubicado en el Palacio de los Virreyes (lugar en el que Pizarro habitó en Lima, y hoy sede del gobierno de Perú) y una escalera con acceso a una pequeña cripta donde están enterrados Luis de Castilla Altamirano y su esposa (protectores de la Orden) indicada por la escultura arrodillada que lo representa.


En el Refectorio (el comedor de los frailes), hay cuadros atribuidos a Zurbarán (siglo XVII), y un cuadro de la Última Cena (antiguamente considerado del pintor Diego de la Puente) adaptado a las nuevas tierras peruanas: cuy (o conejillo de indias, roedor doméstico comestible) y rocoto (pimiento) en la mesa. Y con otras peculiaridades como mesa ovalada, apóstoles en divanes a la manera romana, un perro en escena, niños sirviendo la mesa, el diablo a lado de Judas y una ventana a través de la que se vislumbra gente.

La parte final de la visita son las catacumbas, pero antes se pasa por la Antesacristía, bajo un enorme lienzo con el árbol genenalógico de la orden de los franciscanos que nace del corazón de San Francisco en la parte inferior central:


Las catacumbas son el plato fuerte de esta visita, ya que, situadas bajo la planta de la iglesia, fueron el cementerio de una gran ciudad como es Lima, hasta 1821 (e incluso hasta más tarde pues se incumplió la prohibición de que allí siguiera habiendo enterramientos impuesta por el General José de San Martín). Se calcula que 25.000 personas fueron sepultadas en su interior hasta no hace tanto tiempo. En 1950 fueron abiertas al público para visitas:

Situación de las catacumbas en el complejo, bajo la Basílica.

Se dice que las galerías de las catacumbas están conectadas con otras partes de la ciudad como el palacio de gobierno (antiguo Palacio Virreinal) u otras iglesias.


 Bóvedas construidas con cal y canto (piedra, arena, cal y clara de huevo).

La forma de  enterrar y aplilar los cuerpos está indicada en este gráfico. El uso de la cal viva era indispensable para evitar epidemias y malos olores, así como para acelerar la descomposición de los cuerpos en un lugar donde el espacio era tan limitado:


Existen pozos u osarios de unos 10 metros de profundidad, rellenos "de forma artística" con fémures y cráneos (los huesos más resistentes y perdurables del cuerpo), destinados a absorber las ondas sísmicas en caso de terremoto proporcionando mayor resistencia al edificio.


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